
La inteligencia emocional consiste en la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y el conocimiento para manejarlos. Es sentir, entender, guiar y modificar estados anímicos propios y ajenos.
Se sabe que el primer paso para desarrollar la inteligencia emocional es saber identificar las emociones, hay que enseñar a l@s niñ@s de manera progresiva a poner nombre a las emociones básicas y a captar signos de expresión emocional de los demás, a interpretarlas correctamente, a asociarlas con pensamientos que faciliten una educación adecuada y a entender aquellas que conlleven consecuencias menos positivas.
Tipos de emociones:
Emociones primarias: Cólera, alegría, miedo y rabia.
Emociones secundarias: Amor, sorpresa, vergüenza y aversión.
Los menores, como los adultos, necesitan una cierta motivación más allá de la comprensión racional. Nadie hace algo por nada. Nadie se esfuerza si no le reporta un cambio beneficioso cuando aún no se ha adquirido el hábito. Luego, una vez conseguido, cumplir con el mismo suele ser suficientemente gratificante.
Tenemos que ver las emociones como una oportunidad para entrar en contacto afectivo con los niñ@s, de entenderlos y luego poder enseñarles. Evitando ver la emoción como un conflicto o un problema.
Un objetivo importante es dar respuestas a las emociones. Hablar de las emociones puede enseñar al niñ@ a vivir y experimentar momentos de crisis, como podría ser el caso de las rabietas.
A todos nos resulta agradable y gratificante que las personas de nuestro alrededor nos alaben o señalen aquellas cosas que hacemos bien o simplemente que cumplimos correctamente con nuestras actividades diarias. Esto forma parte del reconocimiento externo y afecta muy positivamente a nuestra autoestima. Al actuar como modelos, estamos enseñando, por simple imitación, a hacer lo mismo.
Cuando escuchamos atentamente la expresión emocional de un niñ@ le estamos enviando el mensaje de interés acerca de sus emociones. Es importante reconocerlas y que éstas se pueden regular. Este conocimiento llevará al aprendizaje de acciones y comportamientos.
Las siguientes preguntas nos pueden servir de reflexión para poner en marcha este proceso:
- ¿Qué siente usted en esa determinada situación? ¿Qué sienten sus hij@s?
- ¿Cómo interpreta usted lo que está pasando? ¿Cómo cree que lo interpretan sus hij@s? ¿Cómo se sentiría usted si estuviera en su lugar?
- ¿Cuál es la mejor manera de hacer frente a esto? ¿Cómo lo ha hecho en otras ocasiones? ¿Ha funcionado realmente?
- ¿Qué otras formas pueden existir de resolver el problema?
- Si nuestro plan se topa con imprevistos, ¿qué haremos?
- Es importante hablar de la evolución y desarrollo de este proceso.