A lo largo de estos meses, indicaremos mensualmente sugerencias para mejorar el amor propio de tus hijos, indicando actitudes, diálogos y nuevas maneras de comportarse, tanto por tu parte como por parte del niño. Estas estrategias pueden ir adaptándose a niños de todas edades, aunque es conveniente ir aplicándolas en edades tempranas.
Anima a tus hijos/as que afronten riesgos en lugar de tomar siempre la opción segura:
Los niños que eluden los riesgos siempre tendrán un pobre sentido del amor propio, ya que no conocerán la sensación genuina de logro. Aunque aparentemente parece no tener relación entre correr riesgos y amor propio sí que la tiene, recordamos que actitudes como “Soy un desastre en todo” o “No puedo hacer eso; quedaría como un estúpido si fallara” proviene del miedo al fracaso y a probar cosas nuevas. Para que tus hijos confíen en sí mismos, hay que motivarles hacia el camino del éxito, esto no quiere decir que siempre lo tengan que conseguir, en este camino se encontrarán obstáculo baches, carreteras en obras,…
Debemos de estimularles para que intenten acciones que no hayan realizado nunca, y elogiarlos por ensayar proyectos nuevos. En este proceso habrá que recordarles con frecuencia, que los fallos son normales y que fracasar en una tarea no equivale a fracasar como persona. “Adelante haz la prueba”. El comportamiento del tipo “¡Mira mamá! ¡Mira papá!”, y los elogios que espera, le ayudará a interiorizar que es audaz y valioso, y a medida que vaya creciendo y madurando como persona, no necesitará que nadie lo mire para que se sienta satisfecho de sí mismo.
Los hijos necesitan esa afirmación repetida y esa aprobación tuya cuando son jóvenes, para formarse una imagen de sí mismos que no requiera luego la constante aprobación de los adultos.
Anímales a que expandan sus esfuerzos para probar cosas nuevas, y asegúrate de dedicar tiempo para mirarlos, escucharles, comprenderles y decirles lo fantásticos que son a tus ojos.
Todo este proceso es estupendo para su propia imagen.
Adelante!
Fuente: «La felicidad de nuestros hijos». Wayne W. Dyer